La palabra propiocepción deriva de sus raíces “propio-”, que significa de uno mismo;  y “-cepción”, que significa consciencia. Es decir, la consciencia de lo propio: la consciencia de la propia postura corporal con respecto al medio que nos rodea. 

A diferencia de los cinco sentidos de exterocepción (visión, gusto, olfato, tacto y audición) por los que percibimos el mundo exterior, la propiocepción es un sentido de interocepción por el que se tiene conciencia del estado interno del cuerpo.

La disfunción de este sistema se expresa en torpeza motriz: dificultad para mantener cabeza y cuerpo erguidos, realizar actividades coordinadas con las dos manos y manejar herramientas. También se observa falta de concentración, por inquietud postural, rigidez de tronco y ausencia de noción de peligro.

Propiocepción: ¿De qué se trata?

Los componentes de nuestras articulaciones (músculos, tendones y ligamentos) junto con la visión y el equilibrio envían constantemente información al cerebro acerca de su posición con respecto al entorno, formando una imagen o patrón de la ubicación y estado de cada uno. Esta información es la que le permite a nuestro cerebro fabricar las respuestas, dando como resultado la ejecución de o realización de movimientos precisos. Toda esta información es la propiocepción, y la consideramos un sentido más de nuestro cuerpo.

Como ya hemos comentado, existen 5 sentidos que todos conocemos: tacto, visión, audición, olfato y gusto, que pertenecen a un grupo llamado “sentidos de exterocepción”, puesto que nos permite percibir lo que ocurre en el exterior de nuestro cuerpo.

Todos sabemos también que tenemos cinco órganos de los sentidos exteroceptivos: la piel nos permite el tacto; los ojos nos proporcionan la vista; los oídos captan sonidos (y nos permiten el equilibrio); gracias a la nariz percibimos olores; y la lengua, que nos proporciona el gusto.

La propiocepción, en cambio, es un sentido de interocepción, es decir, gracias a él nuestro cerebro tiene conciencia del estado interno del cuerpo. Nuestro cerebro recibe la información  propioceptiva a través de los siguientes receptores:

• Husos neuromusculares: están en el vientre muscular y se estimulan  cuando el músculo se estira de manera leve. Son responsables del reflejo miotático, muy importante, ya que es un reflejo de protección ante un estiramiento brusco (por ejemplo, si sufrimos un tirón en un articulación, la musculatura de alrededor se contraerá para evitar mayores daños).

Órganos tendinosos de Golgi: están en la unión músculo-tendón y en el tendón y se estimulan al alargar de manera pasiva las fibras musculares o al contraer voluntariamente el músculo (cuando aparece una tensión excesiva sobre el tendón que puede conllevar la lesión o ruptura, este receptor manda una señal de relajación al músculo).

Propioceptores capsuloligamentosos: se encuentran en la cápsula y ligamentos e informan a la corteza cerebral de la posición y el movimiento de la articulación. Son cuatro receptores: de Ruffini, de Paccini, de Golgi-Mazzoni y de terminación libre.

Propioceptores vestibulares: se encuentran en el oído interno informando de la posición de la cabeza y del movimiento de esta.

¿Y por qué es importante la propiocepción?

Los ligamentos desempeñan un papel muy importante en la articulación. Por un lado, ofrecen resistencia al movimiento anómalo (son como unas cuerdas que impiden que los huesos se separen más de la cuenta) y además, aportan una retroalimentación neurológica, es decir, nos informan sobre la posición de la articulación y produce una respuesta que nos protege ante la tensión excesiva, evitando así una posible lesión.

Tras la lesión de una articulación, estos mecanismos quedan desorganizados, por lo que perdemos la estabilización refleja de la articulación y esto contribuye a que la lesión se reproduzca. 

Por ejemplo: cuando nos hacemos un esguince de tobillo, los ligamentos, cápsula, tendones, etc. éstos quedan distendidos. Esta lesión hará que la señal sensorial llegue alterada a nuestro cerebro por lo tanto, se enviará  una respuesta motora inadecuada; de manera que será más fácil volver a tener un esguince en el futuro.

Con el trabajo propioceptivo podemos reeducar estas estructuras con el objetivo de favorecer las respuestas automáticas y reflejas.

Pino escuadra

¿Qué pasaría si nuestra propiocepción se ve afectada o no la entrenamos?

Sin la propiocepción, no podemos movernos. Pongámoslo así: si te pierdes en tu ciudad, inmediatamente buscas ubicarte para poder moverte. De igual manera sucede en nuestro cuerpo: si no sé en qué posición tengo el codo, tampoco sabré cómo moverlo. Tampoco podrías adaptarte a los cambios de tu entorno ni sabrías cómo cuidarte de ellos sin la propiocepción: si tu cerebro no tiene la información acerca del entorno, no podrá generar las respuestas adecuadas y por tanto podrías llegar a lesionarte si se genera un cambio brusco en tu contra en el medio en el que te desenvuelves.

Imagínate ¿qué sería de nosotros sin propiocepción? Un jugador de tenis no podría realizar un saque correctamente, nos costaría meter una llave a través de un cerrojo e incluso llevar una cucharada de comida a la boca.

¿Cómo trabajamos la propiocepción?

Principalmente trabajamos la propiocepción a través de ejercicios de equilibrio, coordinación y cambios de superficies. Estos ejercicios suelen comenzar de un modo simple, y a medida que vamos obteniendo destreza se van complicando, introduciendo una serie de materiales como pueden ser aros, bancos, balones, plataformas…

Para trabajar la propiocepción, debemos provocar estímulos externos que favorezcan las reacciones musculares reflejas, aumentando la dificultad de manera progresiva.

La propiocepción puede considerarse un sentido interno que nos informa de la situación de nuestros músculos y articulaciones, Permitiendo verificar cuál es la orientación espacial de nuestro cuerpo o de parte del cuerpo en el espacio, la sincronización de los movimientos y su velocidad , la fuerza ejercitada por nuestros músculos Y cuánto y a qué velocidad se contrae músculo dado. La información es trasmitida al cerebro a través de los Husos musculares localizados en el interior de los músculos.

Mediante la propiocepción desde el pie se envía hacia el sistema nervioso central toda la información procedente de la parte baja de nuestro cuerpo, así como también los efectos que la carga del mismo provoca. Esto es posible porque el pie tiene una gran cantidad de receptores Y una anatomía especial que le permite adaptarse a la situación, ya sea estática o dinámica, la propiocepción incide en las cadenas musculares de nuestro cuerpo. Todas las variantes de presión, en estática o en dinámica, envían automáticamente la información al sistema nervioso central para que con la información recibida elabore la respuesta adaptativa a través de las cadenas musculares.

En resume: La sensibilidad propioceptiva es extraordinariamente importante en la vida de relación del ser humano. Esta información es muy precisa sobre los movimientos rápidos y contribuye a mantener el tono muscular, desencadenando la mayor parte de los reflejos que mantienen el equilibrio.
 

En colaboración con la vista, la sensibilidad propioceptiva tiene vital importancia en la coordinación del movimiento: acción de músculos agonistas – antagonistas, sinérgicos y fijadores, de modo tal que la resultante final sea un desplazamiento del cuerpo, o de una extremidad, con las siguientes características: 

• Recorrido exacto, de modo que no falte ni sobre distancia, según el objetivo deseado. 

• Perfecta relación de trabajo entre músculos agonistas y antagonistas, ya que estos deben trabajar alternamente, por ejemplo, flexiones y extensiones. 

• Ausencia del temblor kinésico, síntoma inequívoco de inestabilidad articular, tanto al inicio del movimiento, como a su término. 

• Ejecución de la acción pedida, o deseada, sin descomponerla en sus movimientos simples. Por ejemplo, si se pide elevar el brazo al frente (flexión) y tomar un objeto, lo normal es ir levantando el segmento y al mismo tiempo la mano debe ir abriéndose, preparándose para la acción de aprehensión. Lo anormal es descomponer el gesto de modo que primero se efectúa una acción y cuando ella ha terminado, se hace la otra. 

• Efectuar las diferentes contracciones musculares, siguiendo un orden, de modo que no hayan movimientos parásitos innecesarios, que perturben el resultado final. 

Por todo ello Recuerda: A trabajar la propiocepción!!!

Namaste